Anti-GDE en Vancouver

(Publicado originalmente para Extranjeros en Japón)

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En mi proceso para dejar de ser un Extranjero en Japón (y regresar a ser un cualquiera en México), pasé por el Aeropuerto Internacional de Vancouver. Tendría que esperar ahí unas 5 horas. En mi bolsa traía 4 dólares canadienses que de nada me iban a servir a partir de ese momento (y ya no quería comprar más recuerditos porque todas mis maletas, mochilas y bolsas de la chamarra venían a reventar), así que me dirigí al Starbucks.

Probablemente los lectores de este blog hayan leído a Esdras hablar sobre elGrau Deodorant Effect, que yo defino como:

Grau Deodorant Effect.- momento en el cual un japonés, por cualquier razón, le hace fuchi a un extranjero (a lo mejor inconscientemente) y el extranjero se siente discriminado y va a quejarse a su blog o a Twitter.

Lo de ir a acusarlo en el blog o Twitter es importante; si no, no cuenta. Aunque muchas veces puede que sea un acto involuntario, la verdad es que yo creo que es natural (¿ustedes nunca le han hecho el feo a un naco?); todos tenemos cierto grado de racismo por instinto.

En fin, el caso es que, como les decía, estaba yo en el aeropuerto de Vancouver. Como Vancouver es un importante puerto de conexión entre Japón y el continente americano, hay muchos japoneses. Fui al Starbucks; en la caja estaba pagando una muchacha japonesa, y formada detrás de ella dos amigas suyas, que parecían no estar muy decididas en qué tomar. Yo  me formé detrás de ellas, vi qué me alcanzaba a comprar con 4 dólares, y, con mi dinero en la mano, esperé…

La chava que sirve los cafés me vio, y, saltándose a las japonesas, se asomó para preguntarme “¿Qué vas a pedir? Para ir empezando…” Le contesté que un capuchino vainilla frío, e inmediatamente se fue a servirlo para que cuando yo llegara a la caja ya estuviera listo.

Las muchachas japonesas no se dieron cuenta en el momento, pero les resultó extraño que mi café estuviera antes que el de ellas, listo ya desde antes de que pagara.

Moraleja:

· En todos lados hay un poquito de racismo.

· El mundo es injusto, pero a veces puede ser injusto a tu favor.

· El capuchino vainilla frío cuesta unos centavos más que lo que dice el menú, que es el caliente.

Cabe mencionar que por un momento pensé que podría haber sido que la chava pensara que yo estaba guapo, pero no, porque después ya no me volvió a hacer caso a pesar de que me acerqué a darle las gracias.

Sayonara – parte 2 (de 2)

DSC00406A pesar de lo que esperábamos, no hice grandes amigos en el JICA Tsukuba. Álvaro (PGY), Javier (ARG), Adrián (NIC), Matías (URU) y desde luego Juan me caían muy bien, sin embargo la verdad es que fuera del comedor no me juntaba mucho con ellos. Más gente iba y venía, iba y venía.

imageToda mi vida había dicho que mi mayor miedo en la vida era quedarme solo. Curiosamente, las últimas semanas en el JICA Tsukuba me volví muy solitario, muy retraído. En especial desde que se fueron Álvaro y Javier. Por esas fechas llegaron muchos más latinos. Llegaban y se iban. La verdad yo les perdí la cuenta, no los ubicaba. Yo iba a cenar y me sentaba en una mesa solo, comía rápido, y de regreso al cuarto. Curiosamente, me sentía más cerca de los #MexInvJpn en Twitter y en los blogs, que de la gente que llegaba a JICA. Tal vez tenía que ver con distintas maneras de ser, diferentes temas de conversación… no sé. Pero creo que eso de volverme retraído no me hizo mucho bien.

DSC00624Se me quitaron las ganas de viajar; ya no estaba mi compañera habitual y no me hallaba con nadie, y preferí ahorrar un poco de dinero para la supervivencia tras el regreso. Tooodo el tiempo resonaba en mi cabeza la canción Navegante de Fernando Delgadillo, por eso de que antes soñaba que iría a muchos lados, pero solo no dan ganas de viajar. Y esos acordes menores del piano y cello acompañaban muy bien a la nostalgia.

La nostalgia de que se acababa el sueño, la nostalgia de a veces no querer volver (¿Por qué no, mejor todos mis amigos y familiares se vienen para acá?). La nostalgia de sentirme solo y ya querer volver, ver a mis amigos, querer salir de la rutina de JICA, de estar harto del curso, de que el sensei me diera el avión cada vez que le decía “ya acabé… ¿qué más hago?”. En ese sentido, en el sentido académico, sí, el sueño superaba por mucho a lo que obtuve. Y eso, eso también da nostalgia. No nostalgia de Japón, sino nostalgia del sueño que tenía.

Y de todo lo que hice para conseguirlo.

DSC01154Hace pocos días tuve oportunidad –por fin— de ver la película UP, de Pixar (o, como dirían aquí, La casa voladora del viejo Carl). Me encantó. No se las voy a contar, pero uno de los temas principales que maneja la película es los sueños; qué pasa cuando no se cumplen, que pasa cuando sí se cumplen. Qué pasa cuando llevas toda tu vida soñándolo, y cuando por fin lo cumples parece más sencillo de lo que soñabas (¿es por eso menos maravilloso?).

Es difícil empezar un nuevo sueño cuando acabas de cumplir uno, pero no hay de otra. Como me dijo una vez Pablo Merino, “Lo que te hizo ser lo que eres hoy, probablemente es lo que no te está dejando seguir creciendo.”

Otra cosa interesante que me cayó el veinte, ya en el avión de regreso, es que a veces no nos damos cuenta de que el proceso para cumplir una meta puede ser tan disfrutable como el sueño en sí, y muy productivo.

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Mirando hacia atrás, me doy cuenta de todas las cosas que logré hacer por tener en mi mente la idea de venir a Japón en 2009. Renuncié sin dudarlo a un trabajo en una gran empresa justo cuando más empezaba a tener reconocimiento de mis superiores, y estaba cerca de subir a un puesto importante. Hice una maestría (me pagué una maestría), aguantando algunas clases que no me gustaban, teniendo que ir a clase después del trabajo y hacer tareas en las noches y fines de semana. Logré terminar mi tesis a pesar de que al principio no tuve mucho apoyo de mi asesor, y hubo varios momentos en que sentía que ya no podía más (porque mi cabeza no daba para más), y la iba a abandonar. Durante más de dos años estudié con muchas ganas un idioma que no es nada fácil, que no cualquiera lo intenta (aunque debo admitir que esto del idioma fue muuy disfrutable y divertido:) ). Vaya, ¡hasta me despertaba temprano los sábados! Aguanté dos años en un trabajo en el que, si bien estaba muy a gusto, con buen ambiente, y me pagaban muy bien, las neuronas ñoñas de mi cerebro constantemente me reclamaban “¿¿Qué haces aquí?? ¡No estás aprendiendo nada! ¡Este trabajo no es para ti, ya no estás creciendo en capacidades, no estás ganando experiencia!”, y renuncié cuando más acoplado y cómodo estaba…. Todo eso lo hice por una única razón. Venir a vivir a Japón en 2009.

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¿Qué sigue ahora? Pues ponerse más metas. Concretas. Por lo pronto, quiero regresar a Japón, en 2011, ahora de vacaciones, tres semanas. Sí, tres semanas. Agosto o septiembre me suenan bien. ¿Cómo? Ah, eso se irá viendo en el camino. Desde luego necesitaré dinero y tiempo (y con “tiempo” me refiero a no tener que trabajar esas tres semanas). Sí, no suena fácil, pero tampoco tan difícil. Además, si sólo intentáramos las cosas fáciles, no llegaríamos a ningún lado.

Eso, entre otras cosas.

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Cuando llegué a Japón, tenía una pequeña herida en el pie, me había lastimado por unos zapatos nuevos demasiado ajustados. Acababa de lastimar a alguien, acto del cual no me siento orgulloso, pero creo que de alguna u otra manera era necesario e inevitable. Sabía un par de cientos de kanjis, y venía con la disposición de aprender varios cientos más. La emoción de todos los lugares que tenía por visitar, y toda la gente nueva que tenía por conocer, los sabores que iba a probar, hicieron que las veintitantas horas de viaje y quince horas de diferencia me hicieran lo que el viento a Juárez.

DSC01540Durante mi estancia pasaron muchas cosas. En Japón, en México y en el mundo; dentro y fuera de mí.

 

 

En mi penúltimo día, Japón me despidió con un triste día nublado y frío. Lo cual fue el pretexto perfecto para no salir de mi cuarto más que para dar la presentación y para despedirme de los compañeros. Y así, Japón se despide con un frío muy similar a aquél que me dio la bienvenida en marzo, y que se sentía tan cálido.

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Por ahora, me despido de Japón. Este blog existe desde antes de que supiera cómo iba a ir a Japón, así que seguirá existiendo después. Sólo dejarán de aparecer más entradas etiquetadas “desde Japón”, y tendré que ajustar el título de nuevo. A lo que sí probablemente le baje es al Twitter; no tengo planes de estar pegado a la computadora todo el tiempo en estos días, y no tengo twitófono portátil.

Tsukuba ExpressMe despido de Japón. Es un país maravilloso sí, pero gran parte de la experiencia fue gracias a las personas con las que estuve. Definitivamente no hubiera sido lo mismo sin Bio, o sin Juan, o sin Lau, Vane; Álvaro, Javier, Adrián, Raoul, Abraham, Emanuel, Miguel, Eva, Diana, Kary, Nacho, Toño, Toño, Pakito, Paco, Cheché, Caro, Alan, Jesica, Roger, Paty, Ismael. Los otros mexicanos en Japón que, ya con más experiencia acá, me apoyaron muchísimo aunque fuera virtualmente: Felipe, Esdras, Manuel, Rigo, Carlos, Javier, Piroshi, Pelon…

Terminal 2Y también gracias a cada uno de los japoneses que le dieron al país ese toque de calidez inesperada: el staff del OSIC; el señor del combini que nos guió hacia DenDenTown; el vendedor que me vendió mi cámara con un descuentazo (y hablándome en español!); Hayami sensei, Miyamoto sensei y Nishishima sensei; la vendedora de JTB que tuvo toda la paciencia del mundo para vendernos el tour a Niigata; la dueña del hotel en Niigata que nos dio asilo muchas horas antes y muchas después de las pagadas; la señora que nos vio perdidos en Kyoto y ofreció ayuda; la otra que en el tren nos avisó que el otro llegaba más pronto; la asociación de Rotarios que nos hizo una fiesta; la señora que me regaló un sombrerito samurai de papel el día del concierto de piano; Ikeda san, la asistente del AIST, que siempre nos ayudaba muchísimo con cosas de la vida diaria; Okazaki sensei que nos hablaba de salsa cuando esperábamos que nos regañara por atrasos en el proyecto; Ashida san, Ogura san, y Mizuhara san, que siempre impregnaban de buen humor al AIST; Om que compartió la experiencia de ser un extranjero (ya mucho más adaptado); Kitaura san y el resto del staff de recepción de JICA Tsukuba; Miwa chan y todos los del shokudo; Kashiwagi san que cientos de veces firmó mis permisos de salida; Ogura san y la maestra de japonés que estaban al pendiente de las actividades en las que quería participar; todos los que en la calle nos guiaron cuando andábamos perdidos; todos los niños que nos regalaron sus sonrisas… y si me faltó alguien, gomen nasai…

On Time

Regresaré, Japón, regresaré. A conocer Hakone y subirme al Fuji; a pararme de cabeza a contemplar el puente al cielo de Amanohashidate; a contemplar las casitas de Shirakawa-go y las islas empinadas de Matsushima; a disfrutar de Okinawa, a visitar a mis amigos mexicanos en Nagano, Kyushu, Fukuoka, Gifu, Chiba y Tokyo (¿faltó alguno?); a tomar cerveza Sapporo en Sapporo; y a conocer todos los otros rincones que me faltan y que seguro ni imagino su belleza.

Sí, regresaré. Pero antes, tengo que conocer de cerca el Pico de Orizaba, tengo que navegar por el Cañón del Sumidero y subirme a las pirámides de Chichen Itzá, pasear en globo por arriba de Teotihuacán, nadar en Isla Mujeres, subirme al turibús en el DF y conocer todos los otros rincones maravillosos que aún no conozco, y que no he ido simplemente por el hecho de que puedo ir cualquier día.

 

Pero sí, después de todo eso, regresaré. Así que esto no es un sayonara, es sólo un mata ne.

Cena en el avión

Sayonara – parte 1

Los cambios de casa son pequeñas muertes, los cambios de ciudad son muertes a medias, los cambios de país son muertes completas que sirven para renacer.

-“Miguel Matus

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Creo que ya todos los lectores se saben de memoria cómo hice para venir a Japón. Muchos tienen una muy buena idea de por qué quería venir. Tal vez muy pocos sepan cómo era yo cuando llegué, o lo que esperaba encontrar. A veces creo que ni yo mismo sabía qué esperar.

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Creo que cuando llegué, mi mente y mi espíritu eran un gran libro abierto en una página en blanco, un recipiente listo para llenarse. Sabía que iba a encontrar cosas increíbles, visitar lugares que sólo había visto en fotos, probar platillos que me harían extrañar los tacos, y conocer personas muy interesantes.

Resultó que encontré cosas inimaginables, visité lugares maravillosos e inesperados, probé platillos novedosamente deliciosos, y conocí personas que nunca había soñado, y otras que de alguna manera abstracta sí había soñado.

imageRecuerdo muy bien que desde el primer fin de semana yo ya estaba más que satisfecho. “No sé qué vendrá después, pero por lo menos, por esta semana, todo ha valido la pena. Qué increíble.”

Bio vaticinó “Y lo que nos falta…”.

Esa primera semana fue muy intensa. Verse rodeado de kanjis, encontrar que las estaciones de trenes sí son –y suenan— como las pintan en las caricaturas, probar el katsudon y el gyudon (y no menciono el soba porque me van a alburear), conocer los castillos y templos, fue toda una experiencia.

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No dejábamos de maravillarnos con la amabilidad de la gente en los comercios y en las calles. Contra toda probabilidad, el segundo día nos encontramos en la calle a una señora japonesa que hace mucho vivió en México, y nos invitó a todos a pasar a su casa, y cantó el Himno Nacional con nosotros.

Como saben, en todos los comercios te tratan como reyes, y no fue la excepción en el OSIC, en el que, a pesar de tener algunas reglas un poco estrictas, la verdad es que nos sentimos muy bien recibidos y cuidados.

imagePoco a poco nos fuimos acostumbrando a muchas cosas. La siguiente fase fue conocernos realmente entre nosotros. A pesar de venir de pasados distintos, a pesar de que cada quien tenía sus razones –o no—para venir a Japón, los 25 mexicanos que vinimos juntos, y que convivimos día a día en Osaka, nos llevamos bastante bien. Obviamente había lazos más fuertes que otros, pero en general siempre compartimos la diversión y la capacidad de asombro.

Osaka es, según mi impresión, un muy buen resumen de Japón; al menos de lo que alcancé a conocer. Te puedes encontrar un antiguo castillo como en Himeji, edificios impresionantes y vida nocturna como en Tokyo, hermosos parques como en Nara, tranquilos templos y jardines como en Kyoto, y zonas de puerto como en Kobe o Yokohama. Todo eso nos recibió de zopetón, diciendo “Bienvenidos; esto es Japón”.

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Recuerdo que no fue sino como hasta el cuarto día, cuando me vi rodeado de todos los letreros luminosos en Nanba, que me cayó el veinte. “¡Estoy en Japón!” Y al final de cada día, después de haber paseado por el lugar de mis sueños con mis nuevos amigos, me sentía como en casa en el OSIC. Una tarde durante una siesta, con un pie en el mundo onírico y otro en Ibaraki, me sentí tan en casa que concluí que aún no estaba en Japón.

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Osaka 357En Japón encontré cosas que buscaba desde hace mucho. Encontré cosas que no me había dado cuenta que buscaba subconscientemente. Encontré cosas que no buscaba y cosas que no esperaba. Pero sobre todo me encontré a mí mismo, de nuevo me vi en el espejo, y aunque a veces eso da miedo, debo decir que no me desagradó del todo lo que vi.

El frío invernal que nos recibió dio paso a los famosos sakuras, que además de servir de cursi decoración de las calles y los parques, me empezaron a mostrar algunas cosas de la mentalidad de los japoneses. Admirar a la naturaleza, disfrutar las cosas fugaces, ser conscientes del paso del tiempo y aprovecharlo….

DSC00764 desde el salón

DSC01537Después de un tiempo, me cayó el veinte de que México y Japón no son tan diferentes como uno creería. En ambos siempre ha habido cierto machismo, que ya empieza a desaparecer… en ambos la familia ha sido importante (aunque también empieza a desaparecer…) . Aunque los letreros no los entiendas, los semáforos sí; acá también hay KFC, McDonald’s (aunque más rico), Coca–Cola y demás cosas heredadas del Tío Sam, aunque proliferan los restaurantes de sushi así como en México los de tacos, los de soba como si fueran tortas, y sus tés en vez de aguas frescas. Nosotros tenemos el fútbol y los toros, ellos tienen el baseball y el sumo. Nosotros vamos al Oxxo o al Seven Eleven, ellos van al Lawson o al… Seven Eleven. O al Family Mart.

Vaya, hasta encontré baleros y trajineras japoneses.

Sí, tal vez muchas cosas diferentes. Pero todo análogo.

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En mayo me cambié de ciudad. Me pegó bastante al principio porque ya estaba muy apegado a la gente y los lugares. Sin embargo, lo tomé como una oportunidad de conocer más lugares. Después de todo, acá iba a estar más tiempo, así que seguramente podría hacer también muchos amigos acá, e incluso tal vez terminarían siendo amigos más cercanos.

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Me gustó seguir viajando. Bien acompañado, cada nuevo rincón de Japón era una nueva aventura. Aunque sí, llegó un momento en el que nos empezamos a dar cuenta de que todos los templos eran muy similares, y poco a poco sentíamos que íbamos perdiendo la capacidad de asombro. Sin embargo, siempre encontrábamos un nuevo lugar maravilloso, y siempre seguíamos encantados con el ambiente que se siente acá, resultado de 50 años de trabajar en equipo todos parejos, sin que los pobres odien a los ricos (porque no hay ni pobres ni ricos) o los de derecha a los de izquierda.

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Me di cuenta que, para mí, lo más importante y reconfortante de el “primer mundo” no es la tecnología, los robots, la automatización, los edificios gigantes. Lo más importante es el respeto entre la gente.  Que no tiran basura en las calles –aunque es difícil a veces encontrar un bote—, que los coches dejan pasar a los peatones al dar la vuelta, o a otro coche en los cruces… Por Dios, ¡¡no hay topes!! No los necesitan, son lo suficientemente educados como para detenerse en la esquina. El autobús pasa a la hora que dice, y cuando te bajas espera hasta que te bajes para arrancarse.

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Tokyo 2 209Algo que me impresionó muchísimo en este sentido fue en una parada de autobús, una niñita como de 6 años traía una bolsa de dulces. Sus hermanos (como de 7 y 8) le decían que ellos también querían dulces. Así que la niñita empezó a repartir. Uno para ti, uno para ti, uno para mí. Uno para ti, uno para ti… ¡ay! Se acabaron. Sin hacer berrinche ni quejarse de que a sus hermanos les tocaron más de SUS dulces que a ella, o pedirles que le regresaran ese último dulce, simplemente hizo un gesto de “bueno, ni modo”, siguió disfrutando de su dulce, y guardó la bolsa para tirarla después.

Tsukuba Center

Otra cosa por el estilo que no me tocó verlo en vivo, sino en un video que tomaron otros compañeros, fue cuando algunos de nosotros fueron a una primaria a convivir con los niños. Después de hacer todos coordinados una tierna coreografía para los visitantes gaijines, estaban todos sentaditos en el piso, y mis compañeros sacaron unas máscaras de luchador. Algunos se las pusieron y empezaron a jugar con los niños. Otros les dieron las máscaras a los niños. Eran como 120 niños, y sólo pasaron como tres máscaras. Los niños, felices, se reían del que se ponía la máscara, y él se reía con los demás.

¿Qué hace un niño de 7 años rodeado de sus compañeros, cuando a él le dieron una máscara que está padrísima?

Pues lo que hace el niño japonés, con la mayor naturalidad del mundo, sin que nadie le diga nada, es que se la pone, voltea para que todos lo vean, la disfruta unos 10 segundos, y se la quita y se la da a su compañero de junto. Ahora todos se ríen con él. Ese compañero se la pone, la disfruta, y luego se la pasa al de atrás. Y así.

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Con esos videos y las fotos de todos de Osaka me quise proponer la tarea de hacer un video como el que hice del puro viaje. Me puse a buscar las fotos y videos que algunos otros me habían pasado, a bajar fotos del Facebook de los demás, y videos de Youtube, y a tratar de escoger los mejores y organizarlos. Lo mismo para un video de nuestra experiencia en Tsukuba (a los de los demás cursos les pidieron hacer un “promocional”, a nosotros no).

Pero pasó algo muy curioso. Con tanto material que tenía (mío y de otros), y el estarlos viendo una y otra y otra y otra vez para escoger las mejores fotos y videos; ver la misma situación una y otra y otra vez vista desde distintas cámaras, llegó un punto en el que mi experiencia en Japón se volvió una película. Una película que ya había visto muchas veces, que ya me sabía de memoria, y que a veces me empezaba a hartar. A pesar de que siguiera haciendo cosas nuevas, en esa temporada que me puse a ver los videos, de repente parecía como que ya todo me lo sabía, y ya estaba cansado.

Mejor desistí de hacer el video, por el momento.

Lala Garden

Esta despedida continuará próximamente…

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Sayonara

Aquí iba una entrada larga bien padre y nostálgica... pero no la he terminado y si están leyendo esto significa que me tardé demasiado en hacer maletas y no me dio tiempo.
La pongo cuando llegue a México.

寝ることができない (Anketao kuro, yotoiko mobuo)

Me metí a la cama hace más de dos horas. Ya no tengo nada que hacer, y mañana TENGO que irme en el autobús, porque el lunes dejamos las bicicletas allá. Así que mañana tengo que levantarme temprano.

Pero no puedo dormir. En mi cabeza hay demasiadas cosas gritando al mismo tiempo y no alcanzo a entender ninguna. Creo que es una mezcla de felicidad, nervios, miedo, emoción, tristeza, nostalgia, e impaciencia, embarrados con una canción de Delgadillo (por eso de que antes soñaba que iría a muchos lados, pero solo no dan ganas de viajar) y tratando de pensar en algo padre para escribir aquí como cierre del viaje. (Para los que andan medio perdidos, me quedan menos de tres días en Japón).

Desde ayer Buda decidió que estaba impaciente por que llegara Santa Claus, así que de repente se soltó un frío navideño que de alguna manera me hace recordar a marzo, cuando llegué. Eso está padre, pero la calefacción ochentera de mi cuarto tiene un termostato que empieza a echar aire FRÍO cuando considera que el cuarto ya está caliente. Así que la temperatura va de muy caliente (y seco) a muy frío (y ventoso), y eso no ayuda.

Cuando apago el aire, no se escucha ni un sonido en todo el pasillo. Sólo mi panza que de repente gruñe (¿me caería pesado el soba?) y el escándalo dentro de mi cabeza.

Y el pitido del reloj, que acaba de dar la una.

おもしろい標識 (Taka ga doloke diche)

Porque los duendecillos lo pidieron, regresa su querida sección de chistoretes malos con letreros raros:

 

1) La pizza del comedor de JICA Tsukuba es un poco insípida. Pero le echas queso parmesano y salsa tabasco,

image (Edificio de no sé qué, de camino al AIST)

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2) Camino a Nikko, me encontré esta estación de tren, que es donde se bajan algunos amigos míos:

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3) A Juan Manuel le regalaron una salsa picante de Indonesia. Parece que es especial para las amigas que están muy borrachas:

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Fin.

Soy gaijin pero me fijo...

Pásele, pásele, que mientras yo siga acá, sigo siendo de los Extranjeros en Japón...

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No todos andamos tan perdidos... vayan a leer lo que escribí allá.

Gaijin 2 - 0 Japoneses

(Publicado originalmente en Extranjeros en Japón)

 

"Extranjero" en japonés se dice gaikokujin 外国人 (literalmente, "persona de país exterior"), aunque para abreviar normalmente se dice gaijin.

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Cuando llegué a Japón, me sorprendió que la mayoría de los japoneses me trataron de manera muy amable. Sin embargo, de un tiempo para acá, no sé si mi humor ha estado diferente y veo más las cosas malas, o efectivamente la campaña del Mr. James ha surtido efecto y ahora los japoneses nos vuelven a ver como inferiores, pero el caso es que de alguna manera he sentido que esa amabilidad ha bajado. (A pesar de que yo no me pongo el saco de Mr. James y me parece gracioso e inofensivo. Pero vaya que ha salido al tema).

De alguna manera, después de siete meses aquí, de sentirme ya adaptado a cómo se hacen las cosas, de repente siento que Japón me dice "No, no eres de aquí, gaijin." Sólo de repente.

Sin embargo todavía me defiendo y a veces les doy la vuelta.

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Tsukuba, la ciudad donde vivo, se conecta a Tokyo por medio de la línea de trenes JR Joban, y una nueva que hicieron hace apenas cuatro años, llamada Tsukuba Express (TX). Esta última es más rápida que la Joban (y llega justo al centro de la ciudad, no como la Joban que está en las afueras), por lo que es bastante transitada. (Los trenes locales --paran en todas las estaciones-- tardan 55 minutos de Tsukuba a Akihabara, y los express --se brincan algunas estaciones-- tardan 45).

Acá en Japón es normal que en cada tren te encuentres dos o tres disposiciones diferentes de asientos en diferentes vagones. Para el caso del TX, hay unos vagones que tienen los asientos en pares encontrados (grupos de cuatro, dos viendo hacia adelante y dos hacia atrás... ¿me explico?).

Hace un par de semanas, llegué al TX con mi mochila y mi bolsa del konbini, con un sándwich, un onigiri y un jugo en cuadrito que acababa de comprar para cenar. Me senté en uno de los asientos que describo arriba; el asiento de enfrente y el de al lado estaban vacíos. En los asientos del lado opuesto del vagón estaba una familia japonesa; mamá, papá e hijo, como de unos 10 años. Se veían agradables. Los papás iban bromeando algo con el niño, que compartía sonrisas discretas. Puse mi mochila en el piso entre mis piernas. Saqué el jugo y lo puse en el asiento al lado mío. Traté de acomodarme la bolsa de plástico sobre las piernas para prepararme a abrir el sándwich, de manera que todas las migajas cayeran sobre la bolsa y no ensuciara el asiento. Mejor de una vez saqué el onigiri, y lo iba a poner sobre el asiento de al lado también, pero luego me acordé de sacar el popote, y pensé que al abrir el jugo a lo mejor se iba a caer, entonces si mejor lo sostenía entre las piernas....

La familia de enfrente me empezó a ver como diciendo "Ay, este pobre gaijin, mira qué relajo trae, seguro va a dejar todo sucio...)

Y entonces me acordé. "¿Para qué sufro, si aquí tengo mesita?" Alguna vez vi que un japonés (creo que era un niño) sacó una pequeña mesita del descansabrazos del asiento. Casi nadie las usaba, pero sí, ya alguna vez la había sacado yo también. Así que saqué la mesita y ya acomodé mejor mis cosas.

Como decía mi abuelita, "Soy guarín pero me fijo..." Bueno, en este caso sería "Soy gaijin pero me fijo..."

(No tengo ni la más mínima idea de qué significa guarín, pero así decía mi abuelita.)

Saqué la mesita y acomodé mis cosas. Y de reojo vi cómo papá, mamá e hijo me miraban sorprendidos y maravillados por lo que acababa de hacer. Con algo de risa, y quizás algo apenados por la opinión que hubieran podido tener de mí antes, abrieron los descansabrazos de sus asientos para ver si también había una mesita escondida, y se pusieron a estudiar cómo se sacaba. Oooooh.... sonrieron sorprendidos de lo que les vino a enseñar el gaijin.

Gaijin 1 - 0 Japoneses

El sábado pasado fui a Nikko. Cuando en algún libro de turismo o guía del paseante vean que dice "Si andas por Tokyo, visita Nikko, está muy cerca", por favor tachen esa oración, arranquen la página y quémenla. NO está cerca. Necesitas tener la inteligencia de Albert Einstein y Joan Miró juntos, e incrustada en tu cerebro la base de datos de todos los trenes de las diferentes compañías que pasan por la zona, con rutas, precios y horarios, para ser capaz de llegar a Nikko desde Tokyo; peor aún desde Tsukuba.

Necesitas eso, o preguntarle a Google Maps.

En fin, como no tengo la inteligencia de Miró, le pregunté a Google Maps, cómo ir y regresar. Mi ruta de ida fue arruinada por el chofer del JICAbus, y en vez de tardar dos horas y media tardé cinco, pero para el regreso estaba más preparado que nunca, listo antes de la hora y armado con una poderosa hoja de papel con kanjis, furigana, precios y lo más importante: hora exacta de salida de los trenes que debía tomar.

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Llegué a las 17:02 a la estación de Tobu-Nikko, listo para tomar el tren que saldría a las 17:20 hacia Shimoimaichi, donde haría mi primer transbordo. Al entrar a la estación de Tobu Nikko, sólo había dos andenes: p'allá, y p'acá. P'allá decía que el tren iba a nosédónde, y salía 17:27, y p'acá el tren decía otra cosa y salía 17:20, así que me fui p'acá. Ahí encontré un tren estacionado, con las luces prendidas y las puertas abiertas, pero casi vacío. Un par de señores trajeados (japoneses) lo miraban dubitativos, y dudaban si subirse o no. Oí que uno le preguntaba al otro algo como

「下今市に行くんでしょう?」

O lo que es lo mismo, "¿irá a Shimoimaichi?". Yo, tratando de hacerme el héroe (o al menos orgullosamente demostrar que sí medio entendí lo que hablaban entre ellos), me acerqué y les dije, en japonés "Creo que sí va a Shimoimaichi..."

「Oh, you believe...」

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Me contestaron en inglés y como que no sabían si confiar en mí o no. Entonces --también para asegurarme yo-- simplemente busqué el mapa del andén y vi que sí, no había de otra, definitivamente iba a Shimoimaichi. Me acerqué de nuevo con ellos y les dije "Sí, sí va.", señalándoles el mapa triunfante.

Ligeramente sorprendidos me dieron las gracias, y caminaron para subirse al vagón en una puerta más adelante a la que entré yo. Mientras se iban, oí que,  avergonzados, riendo decían entre ellos algo como "Estábamos tan perdidos que el gaijin nos tuvo que venir a decir..."

Gaijin 2 - 0 Japoneses

Dos horas y cuarenta minutos después, llegué a Tsukuba Center, tal y como lo predijo Google. Faltaban todavía unos minutos para que saliera el camión que me llevaría a JICA, por lo que decidí darme una vuelta por el centro comercial. Como ahí son bien flojos, ya habían cerrado las tiendas (cierran a las 8), y sólo estaban abiertos los restaurantes (hasta las 10). Eso me lo recordó un letrero que estaba atrás de la puerta de cristal que quise abrir y no pude porque estaba cerrada. Unos cuantos caracteres más, que tenían que ver con "abierto" y "por favor", y una flecha que apuntaba para allá, donde hay un pequeño patio y unas escaleras para subir al 2o piso, donde hay terrazas y otras entradas.

Fui, subí las escaleras, y vi que dos chavos se dirigían hacia otra puerta que estaba al final del patio, abajo de las escaleras, que también tenía un letrero igualito al que yo acababa de ver. Para mí mismo dije "Pero si ésa está cerrada, ¿no?" Como no estaba seguro, los dejé caminar... y sí efectivamente, intentaron abrir la puerta que decía que estaba cerrada. La de arriba era la que estaba abierta.

Pero bueno, esa no cuenta porque yo también caí, y a todos nos pasa que no leemos los letreros. Así que lo dejamos en dos.

Nota del autor:

Queridos amigos japoneses: en ningún momento quise expresar que soy superior, ni nada por el estilo. De hecho, ese "0" no debería ser cero, porque innumerables veces he recibido ayuda de japoneses. Este escrito sólo trata de contar mi historia de una manera ligeramente cómica, y sobre todo realza lo que "sí pude hacer" porque ocurrió después de un fin de semana en que no pude hacer muchas cosas, no entendí bien por ser extranjero, y también después de un par de meses en que McDonald's nos ha estado diciendo "Hay extranjeros que no pueden", y que también más de un japonés me ha visto feo por ser extranjero. Así que no lo tomen a mal, ¿ok?

El envío salió gratis

image Hace unos días compré por internet (play-asia.com) un juego de Xbox. Como es un juego de hace un año, estaba muy barato, y como la tienda está por acá el envío me sale gratis.

Hoy por fin llegó =)

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WTF!!