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Sayonara – parte 2 (de 2)

DSC00406A pesar de lo que esperábamos, no hice grandes amigos en el JICA Tsukuba. Álvaro (PGY), Javier (ARG), Adrián (NIC), Matías (URU) y desde luego Juan me caían muy bien, sin embargo la verdad es que fuera del comedor no me juntaba mucho con ellos. Más gente iba y venía, iba y venía.

imageToda mi vida había dicho que mi mayor miedo en la vida era quedarme solo. Curiosamente, las últimas semanas en el JICA Tsukuba me volví muy solitario, muy retraído. En especial desde que se fueron Álvaro y Javier. Por esas fechas llegaron muchos más latinos. Llegaban y se iban. La verdad yo les perdí la cuenta, no los ubicaba. Yo iba a cenar y me sentaba en una mesa solo, comía rápido, y de regreso al cuarto. Curiosamente, me sentía más cerca de los #MexInvJpn en Twitter y en los blogs, que de la gente que llegaba a JICA. Tal vez tenía que ver con distintas maneras de ser, diferentes temas de conversación… no sé. Pero creo que eso de volverme retraído no me hizo mucho bien.

DSC00624Se me quitaron las ganas de viajar; ya no estaba mi compañera habitual y no me hallaba con nadie, y preferí ahorrar un poco de dinero para la supervivencia tras el regreso. Tooodo el tiempo resonaba en mi cabeza la canción Navegante de Fernando Delgadillo, por eso de que antes soñaba que iría a muchos lados, pero solo no dan ganas de viajar. Y esos acordes menores del piano y cello acompañaban muy bien a la nostalgia.

La nostalgia de que se acababa el sueño, la nostalgia de a veces no querer volver (¿Por qué no, mejor todos mis amigos y familiares se vienen para acá?). La nostalgia de sentirme solo y ya querer volver, ver a mis amigos, querer salir de la rutina de JICA, de estar harto del curso, de que el sensei me diera el avión cada vez que le decía “ya acabé… ¿qué más hago?”. En ese sentido, en el sentido académico, sí, el sueño superaba por mucho a lo que obtuve. Y eso, eso también da nostalgia. No nostalgia de Japón, sino nostalgia del sueño que tenía.

Y de todo lo que hice para conseguirlo.

DSC01154Hace pocos días tuve oportunidad –por fin— de ver la película UP, de Pixar (o, como dirían aquí, La casa voladora del viejo Carl). Me encantó. No se las voy a contar, pero uno de los temas principales que maneja la película es los sueños; qué pasa cuando no se cumplen, que pasa cuando sí se cumplen. Qué pasa cuando llevas toda tu vida soñándolo, y cuando por fin lo cumples parece más sencillo de lo que soñabas (¿es por eso menos maravilloso?).

Es difícil empezar un nuevo sueño cuando acabas de cumplir uno, pero no hay de otra. Como me dijo una vez Pablo Merino, “Lo que te hizo ser lo que eres hoy, probablemente es lo que no te está dejando seguir creciendo.”

Otra cosa interesante que me cayó el veinte, ya en el avión de regreso, es que a veces no nos damos cuenta de que el proceso para cumplir una meta puede ser tan disfrutable como el sueño en sí, y muy productivo.

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Mirando hacia atrás, me doy cuenta de todas las cosas que logré hacer por tener en mi mente la idea de venir a Japón en 2009. Renuncié sin dudarlo a un trabajo en una gran empresa justo cuando más empezaba a tener reconocimiento de mis superiores, y estaba cerca de subir a un puesto importante. Hice una maestría (me pagué una maestría), aguantando algunas clases que no me gustaban, teniendo que ir a clase después del trabajo y hacer tareas en las noches y fines de semana. Logré terminar mi tesis a pesar de que al principio no tuve mucho apoyo de mi asesor, y hubo varios momentos en que sentía que ya no podía más (porque mi cabeza no daba para más), y la iba a abandonar. Durante más de dos años estudié con muchas ganas un idioma que no es nada fácil, que no cualquiera lo intenta (aunque debo admitir que esto del idioma fue muuy disfrutable y divertido:) ). Vaya, ¡hasta me despertaba temprano los sábados! Aguanté dos años en un trabajo en el que, si bien estaba muy a gusto, con buen ambiente, y me pagaban muy bien, las neuronas ñoñas de mi cerebro constantemente me reclamaban “¿¿Qué haces aquí?? ¡No estás aprendiendo nada! ¡Este trabajo no es para ti, ya no estás creciendo en capacidades, no estás ganando experiencia!”, y renuncié cuando más acoplado y cómodo estaba…. Todo eso lo hice por una única razón. Venir a vivir a Japón en 2009.

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¿Qué sigue ahora? Pues ponerse más metas. Concretas. Por lo pronto, quiero regresar a Japón, en 2011, ahora de vacaciones, tres semanas. Sí, tres semanas. Agosto o septiembre me suenan bien. ¿Cómo? Ah, eso se irá viendo en el camino. Desde luego necesitaré dinero y tiempo (y con “tiempo” me refiero a no tener que trabajar esas tres semanas). Sí, no suena fácil, pero tampoco tan difícil. Además, si sólo intentáramos las cosas fáciles, no llegaríamos a ningún lado.

Eso, entre otras cosas.

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Cuando llegué a Japón, tenía una pequeña herida en el pie, me había lastimado por unos zapatos nuevos demasiado ajustados. Acababa de lastimar a alguien, acto del cual no me siento orgulloso, pero creo que de alguna u otra manera era necesario e inevitable. Sabía un par de cientos de kanjis, y venía con la disposición de aprender varios cientos más. La emoción de todos los lugares que tenía por visitar, y toda la gente nueva que tenía por conocer, los sabores que iba a probar, hicieron que las veintitantas horas de viaje y quince horas de diferencia me hicieran lo que el viento a Juárez.

DSC01540Durante mi estancia pasaron muchas cosas. En Japón, en México y en el mundo; dentro y fuera de mí.

 

 

En mi penúltimo día, Japón me despidió con un triste día nublado y frío. Lo cual fue el pretexto perfecto para no salir de mi cuarto más que para dar la presentación y para despedirme de los compañeros. Y así, Japón se despide con un frío muy similar a aquél que me dio la bienvenida en marzo, y que se sentía tan cálido.

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Por ahora, me despido de Japón. Este blog existe desde antes de que supiera cómo iba a ir a Japón, así que seguirá existiendo después. Sólo dejarán de aparecer más entradas etiquetadas “desde Japón”, y tendré que ajustar el título de nuevo. A lo que sí probablemente le baje es al Twitter; no tengo planes de estar pegado a la computadora todo el tiempo en estos días, y no tengo twitófono portátil.

Tsukuba ExpressMe despido de Japón. Es un país maravilloso sí, pero gran parte de la experiencia fue gracias a las personas con las que estuve. Definitivamente no hubiera sido lo mismo sin Bio, o sin Juan, o sin Lau, Vane; Álvaro, Javier, Adrián, Raoul, Abraham, Emanuel, Miguel, Eva, Diana, Kary, Nacho, Toño, Toño, Pakito, Paco, Cheché, Caro, Alan, Jesica, Roger, Paty, Ismael. Los otros mexicanos en Japón que, ya con más experiencia acá, me apoyaron muchísimo aunque fuera virtualmente: Felipe, Esdras, Manuel, Rigo, Carlos, Javier, Piroshi, Pelon…

Terminal 2Y también gracias a cada uno de los japoneses que le dieron al país ese toque de calidez inesperada: el staff del OSIC; el señor del combini que nos guió hacia DenDenTown; el vendedor que me vendió mi cámara con un descuentazo (y hablándome en español!); Hayami sensei, Miyamoto sensei y Nishishima sensei; la vendedora de JTB que tuvo toda la paciencia del mundo para vendernos el tour a Niigata; la dueña del hotel en Niigata que nos dio asilo muchas horas antes y muchas después de las pagadas; la señora que nos vio perdidos en Kyoto y ofreció ayuda; la otra que en el tren nos avisó que el otro llegaba más pronto; la asociación de Rotarios que nos hizo una fiesta; la señora que me regaló un sombrerito samurai de papel el día del concierto de piano; Ikeda san, la asistente del AIST, que siempre nos ayudaba muchísimo con cosas de la vida diaria; Okazaki sensei que nos hablaba de salsa cuando esperábamos que nos regañara por atrasos en el proyecto; Ashida san, Ogura san, y Mizuhara san, que siempre impregnaban de buen humor al AIST; Om que compartió la experiencia de ser un extranjero (ya mucho más adaptado); Kitaura san y el resto del staff de recepción de JICA Tsukuba; Miwa chan y todos los del shokudo; Kashiwagi san que cientos de veces firmó mis permisos de salida; Ogura san y la maestra de japonés que estaban al pendiente de las actividades en las que quería participar; todos los que en la calle nos guiaron cuando andábamos perdidos; todos los niños que nos regalaron sus sonrisas… y si me faltó alguien, gomen nasai…

On Time

Regresaré, Japón, regresaré. A conocer Hakone y subirme al Fuji; a pararme de cabeza a contemplar el puente al cielo de Amanohashidate; a contemplar las casitas de Shirakawa-go y las islas empinadas de Matsushima; a disfrutar de Okinawa, a visitar a mis amigos mexicanos en Nagano, Kyushu, Fukuoka, Gifu, Chiba y Tokyo (¿faltó alguno?); a tomar cerveza Sapporo en Sapporo; y a conocer todos los otros rincones que me faltan y que seguro ni imagino su belleza.

Sí, regresaré. Pero antes, tengo que conocer de cerca el Pico de Orizaba, tengo que navegar por el Cañón del Sumidero y subirme a las pirámides de Chichen Itzá, pasear en globo por arriba de Teotihuacán, nadar en Isla Mujeres, subirme al turibús en el DF y conocer todos los otros rincones maravillosos que aún no conozco, y que no he ido simplemente por el hecho de que puedo ir cualquier día.

 

Pero sí, después de todo eso, regresaré. Así que esto no es un sayonara, es sólo un mata ne.

Cena en el avión

Sayonara – parte 1

Los cambios de casa son pequeñas muertes, los cambios de ciudad son muertes a medias, los cambios de país son muertes completas que sirven para renacer.

-“Miguel Matus

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Creo que ya todos los lectores se saben de memoria cómo hice para venir a Japón. Muchos tienen una muy buena idea de por qué quería venir. Tal vez muy pocos sepan cómo era yo cuando llegué, o lo que esperaba encontrar. A veces creo que ni yo mismo sabía qué esperar.

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Creo que cuando llegué, mi mente y mi espíritu eran un gran libro abierto en una página en blanco, un recipiente listo para llenarse. Sabía que iba a encontrar cosas increíbles, visitar lugares que sólo había visto en fotos, probar platillos que me harían extrañar los tacos, y conocer personas muy interesantes.

Resultó que encontré cosas inimaginables, visité lugares maravillosos e inesperados, probé platillos novedosamente deliciosos, y conocí personas que nunca había soñado, y otras que de alguna manera abstracta sí había soñado.

imageRecuerdo muy bien que desde el primer fin de semana yo ya estaba más que satisfecho. “No sé qué vendrá después, pero por lo menos, por esta semana, todo ha valido la pena. Qué increíble.”

Bio vaticinó “Y lo que nos falta…”.

Esa primera semana fue muy intensa. Verse rodeado de kanjis, encontrar que las estaciones de trenes sí son –y suenan— como las pintan en las caricaturas, probar el katsudon y el gyudon (y no menciono el soba porque me van a alburear), conocer los castillos y templos, fue toda una experiencia.

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No dejábamos de maravillarnos con la amabilidad de la gente en los comercios y en las calles. Contra toda probabilidad, el segundo día nos encontramos en la calle a una señora japonesa que hace mucho vivió en México, y nos invitó a todos a pasar a su casa, y cantó el Himno Nacional con nosotros.

Como saben, en todos los comercios te tratan como reyes, y no fue la excepción en el OSIC, en el que, a pesar de tener algunas reglas un poco estrictas, la verdad es que nos sentimos muy bien recibidos y cuidados.

imagePoco a poco nos fuimos acostumbrando a muchas cosas. La siguiente fase fue conocernos realmente entre nosotros. A pesar de venir de pasados distintos, a pesar de que cada quien tenía sus razones –o no—para venir a Japón, los 25 mexicanos que vinimos juntos, y que convivimos día a día en Osaka, nos llevamos bastante bien. Obviamente había lazos más fuertes que otros, pero en general siempre compartimos la diversión y la capacidad de asombro.

Osaka es, según mi impresión, un muy buen resumen de Japón; al menos de lo que alcancé a conocer. Te puedes encontrar un antiguo castillo como en Himeji, edificios impresionantes y vida nocturna como en Tokyo, hermosos parques como en Nara, tranquilos templos y jardines como en Kyoto, y zonas de puerto como en Kobe o Yokohama. Todo eso nos recibió de zopetón, diciendo “Bienvenidos; esto es Japón”.

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Recuerdo que no fue sino como hasta el cuarto día, cuando me vi rodeado de todos los letreros luminosos en Nanba, que me cayó el veinte. “¡Estoy en Japón!” Y al final de cada día, después de haber paseado por el lugar de mis sueños con mis nuevos amigos, me sentía como en casa en el OSIC. Una tarde durante una siesta, con un pie en el mundo onírico y otro en Ibaraki, me sentí tan en casa que concluí que aún no estaba en Japón.

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Osaka 357En Japón encontré cosas que buscaba desde hace mucho. Encontré cosas que no me había dado cuenta que buscaba subconscientemente. Encontré cosas que no buscaba y cosas que no esperaba. Pero sobre todo me encontré a mí mismo, de nuevo me vi en el espejo, y aunque a veces eso da miedo, debo decir que no me desagradó del todo lo que vi.

El frío invernal que nos recibió dio paso a los famosos sakuras, que además de servir de cursi decoración de las calles y los parques, me empezaron a mostrar algunas cosas de la mentalidad de los japoneses. Admirar a la naturaleza, disfrutar las cosas fugaces, ser conscientes del paso del tiempo y aprovecharlo….

DSC00764 desde el salón

DSC01537Después de un tiempo, me cayó el veinte de que México y Japón no son tan diferentes como uno creería. En ambos siempre ha habido cierto machismo, que ya empieza a desaparecer… en ambos la familia ha sido importante (aunque también empieza a desaparecer…) . Aunque los letreros no los entiendas, los semáforos sí; acá también hay KFC, McDonald’s (aunque más rico), Coca–Cola y demás cosas heredadas del Tío Sam, aunque proliferan los restaurantes de sushi así como en México los de tacos, los de soba como si fueran tortas, y sus tés en vez de aguas frescas. Nosotros tenemos el fútbol y los toros, ellos tienen el baseball y el sumo. Nosotros vamos al Oxxo o al Seven Eleven, ellos van al Lawson o al… Seven Eleven. O al Family Mart.

Vaya, hasta encontré baleros y trajineras japoneses.

Sí, tal vez muchas cosas diferentes. Pero todo análogo.

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En mayo me cambié de ciudad. Me pegó bastante al principio porque ya estaba muy apegado a la gente y los lugares. Sin embargo, lo tomé como una oportunidad de conocer más lugares. Después de todo, acá iba a estar más tiempo, así que seguramente podría hacer también muchos amigos acá, e incluso tal vez terminarían siendo amigos más cercanos.

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Me gustó seguir viajando. Bien acompañado, cada nuevo rincón de Japón era una nueva aventura. Aunque sí, llegó un momento en el que nos empezamos a dar cuenta de que todos los templos eran muy similares, y poco a poco sentíamos que íbamos perdiendo la capacidad de asombro. Sin embargo, siempre encontrábamos un nuevo lugar maravilloso, y siempre seguíamos encantados con el ambiente que se siente acá, resultado de 50 años de trabajar en equipo todos parejos, sin que los pobres odien a los ricos (porque no hay ni pobres ni ricos) o los de derecha a los de izquierda.

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Me di cuenta que, para mí, lo más importante y reconfortante de el “primer mundo” no es la tecnología, los robots, la automatización, los edificios gigantes. Lo más importante es el respeto entre la gente.  Que no tiran basura en las calles –aunque es difícil a veces encontrar un bote—, que los coches dejan pasar a los peatones al dar la vuelta, o a otro coche en los cruces… Por Dios, ¡¡no hay topes!! No los necesitan, son lo suficientemente educados como para detenerse en la esquina. El autobús pasa a la hora que dice, y cuando te bajas espera hasta que te bajes para arrancarse.

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Tokyo 2 209Algo que me impresionó muchísimo en este sentido fue en una parada de autobús, una niñita como de 6 años traía una bolsa de dulces. Sus hermanos (como de 7 y 8) le decían que ellos también querían dulces. Así que la niñita empezó a repartir. Uno para ti, uno para ti, uno para mí. Uno para ti, uno para ti… ¡ay! Se acabaron. Sin hacer berrinche ni quejarse de que a sus hermanos les tocaron más de SUS dulces que a ella, o pedirles que le regresaran ese último dulce, simplemente hizo un gesto de “bueno, ni modo”, siguió disfrutando de su dulce, y guardó la bolsa para tirarla después.

Tsukuba Center

Otra cosa por el estilo que no me tocó verlo en vivo, sino en un video que tomaron otros compañeros, fue cuando algunos de nosotros fueron a una primaria a convivir con los niños. Después de hacer todos coordinados una tierna coreografía para los visitantes gaijines, estaban todos sentaditos en el piso, y mis compañeros sacaron unas máscaras de luchador. Algunos se las pusieron y empezaron a jugar con los niños. Otros les dieron las máscaras a los niños. Eran como 120 niños, y sólo pasaron como tres máscaras. Los niños, felices, se reían del que se ponía la máscara, y él se reía con los demás.

¿Qué hace un niño de 7 años rodeado de sus compañeros, cuando a él le dieron una máscara que está padrísima?

Pues lo que hace el niño japonés, con la mayor naturalidad del mundo, sin que nadie le diga nada, es que se la pone, voltea para que todos lo vean, la disfruta unos 10 segundos, y se la quita y se la da a su compañero de junto. Ahora todos se ríen con él. Ese compañero se la pone, la disfruta, y luego se la pasa al de atrás. Y así.

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Con esos videos y las fotos de todos de Osaka me quise proponer la tarea de hacer un video como el que hice del puro viaje. Me puse a buscar las fotos y videos que algunos otros me habían pasado, a bajar fotos del Facebook de los demás, y videos de Youtube, y a tratar de escoger los mejores y organizarlos. Lo mismo para un video de nuestra experiencia en Tsukuba (a los de los demás cursos les pidieron hacer un “promocional”, a nosotros no).

Pero pasó algo muy curioso. Con tanto material que tenía (mío y de otros), y el estarlos viendo una y otra y otra y otra vez para escoger las mejores fotos y videos; ver la misma situación una y otra y otra vez vista desde distintas cámaras, llegó un punto en el que mi experiencia en Japón se volvió una película. Una película que ya había visto muchas veces, que ya me sabía de memoria, y que a veces me empezaba a hartar. A pesar de que siguiera haciendo cosas nuevas, en esa temporada que me puse a ver los videos, de repente parecía como que ya todo me lo sabía, y ya estaba cansado.

Mejor desistí de hacer el video, por el momento.

Lala Garden

Esta despedida continuará próximamente…

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寝ることができない (Anketao kuro, yotoiko mobuo)

Me metí a la cama hace más de dos horas. Ya no tengo nada que hacer, y mañana TENGO que irme en el autobús, porque el lunes dejamos las bicicletas allá. Así que mañana tengo que levantarme temprano.

Pero no puedo dormir. En mi cabeza hay demasiadas cosas gritando al mismo tiempo y no alcanzo a entender ninguna. Creo que es una mezcla de felicidad, nervios, miedo, emoción, tristeza, nostalgia, e impaciencia, embarrados con una canción de Delgadillo (por eso de que antes soñaba que iría a muchos lados, pero solo no dan ganas de viajar) y tratando de pensar en algo padre para escribir aquí como cierre del viaje. (Para los que andan medio perdidos, me quedan menos de tres días en Japón).

Desde ayer Buda decidió que estaba impaciente por que llegara Santa Claus, así que de repente se soltó un frío navideño que de alguna manera me hace recordar a marzo, cuando llegué. Eso está padre, pero la calefacción ochentera de mi cuarto tiene un termostato que empieza a echar aire FRÍO cuando considera que el cuarto ya está caliente. Así que la temperatura va de muy caliente (y seco) a muy frío (y ventoso), y eso no ayuda.

Cuando apago el aire, no se escucha ni un sonido en todo el pasillo. Sólo mi panza que de repente gruñe (¿me caería pesado el soba?) y el escándalo dentro de mi cabeza.

Y el pitido del reloj, que acaba de dar la una.

おもしろい標識 (Taka ga doloke diche)

Porque los duendecillos lo pidieron, regresa su querida sección de chistoretes malos con letreros raros:

 

1) La pizza del comedor de JICA Tsukuba es un poco insípida. Pero le echas queso parmesano y salsa tabasco,

image (Edificio de no sé qué, de camino al AIST)

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2) Camino a Nikko, me encontré esta estación de tren, que es donde se bajan algunos amigos míos:

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3) A Juan Manuel le regalaron una salsa picante de Indonesia. Parece que es especial para las amigas que están muy borrachas:

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Fin.

El envío salió gratis

image Hace unos días compré por internet (play-asia.com) un juego de Xbox. Como es un juego de hace un año, estaba muy barato, y como la tienda está por acá el envío me sale gratis.

Hoy por fin llegó =)

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WTF!!

Me gustaba su puntualidad...

Cuando hablé de los trenes, hubo quienes se quejaron de que todo fuera tan cuadrado y tan puntual. Hoy tenemos un buen ejemplo de por qué eso es bueno.

Hoy en la mañana, el autobús de JICA (conducido por el mismo chofer que un día fue al Instituto con el único objetivo de pasar por mí, y no me quiso esperar dos minutos y me abandonó), en vez de salir a las 9:30am como debía, salíó a las 9:36.

Eso ocasionó que no alcanzara el primer tren a la hora planeada, y lo que debía ser un placentero viaje de dos horas y media hacia Nikko se convirtió en una horrible tortura ahoraadivinacuáltreneselbueno de CASI CINCO HORAS.

Y obviamente en Nikko anduve de un templo a otro como alguien con diarrea que no encuentra el baño.

Un buu para el chofer y para los que lo hicieron esperar por subirse tarde al autobús.

 

Fuera de eso, el resto del día me fue bien.

Muere Geocities

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Probablemente muchos de ustedes estén pensando, "¿qué es Geocities?"

Pues bien, imagínense un internet sin Blogspot, sin Youtube, sin Facebook.... lo sé, para algunos será difícil, casi imposible imaginarlo, pero traten de seguirme la corriente...

Hubo un momento, hace no tantos años, en que no existía Twitter, Wikipedia, ni hi5... es más, hubo un momento en el que no existía Google.

En ese mundo, el internet, sí, era libre, pero no era tan fácil tener presencia en él. No era como hoy que puedes sacar una cuenta de Blogspot y empezar a escribir estupideces que todo el mundo podrá ver. No. Tenías que saber de webhosting, servidores, y HTML. Había una temporada en la que sólo las grandes empresas y los geeks tenían presencia en internet. (Sé que antes de eso hubo foros y BBSs, pero yo no tenía internet en ese entonces).

Así que a alguien se le ocurrió crear un espacio donde pudieras hacer tu página de internet de manera gratuita. ¡Sí! ¡Gratis! ¡Podrías tener TU PROPIA PÁGINA DE INTERNET!

¿No les parece maravilloso?

Lo sé, hoy suena estúpido, pero en ese entonces era casi como salir en la tele.

Hubo varios de estos servicios; los más populares que recuerdo eran Tripod, Angelfire y Geocities. Cualquiera podía sacar su propia página ahí y escribir las tonterías que quisiera (aunque normalmente aparecían anuncios).

Aunque claro, no era tan fácil como darle click a un bonito botón de "Publicar nueva entrada". No. Tenías que abrir tu bloc de notas, o editor de HTML favorito, y escribir algo como

<HTML>

<HEAD>

<TITLE>Pagina de panchito</TITLE>

</HEAD>

<BODY>Hola, soy Panchito y esta es mi pagina web.</BODY>

</HTML>

Luego lo subías al servidor (al principio tenía que ser por FTP, ya luego hicieron que fuera como adjuntar un archivo a un mail), e ibas a la dirección www.geocities.com/panchito y tenías una bonita pantalla en blanco con un texto en negro que decía Hola, soy Panchito y esta es mi pagina web.

Ahora que si querías ponerle colores, imágenes, fondo, links, cambiar el tamaño de la letra, etc, ya tenías que saber más tags como <FONT>, <IMG> <A>, etc.

Lo más molesto era que si, por ejemplo, querías escribir

¿Quién irá al cumpleaños del Pingüino & compañía?

tenías que escribir

&iquest;Qui&eacute;n ir&aacute; al cumplea&ntilde;os del Ping&uuml;ino &amp; compa&ntilde;&iacute;a?

para asegurarte de que los acentos y demás caracteres no-gringos iban a aparecer correctamente en cualquier computadora.

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Ahora bien, estas incomodidades no impedían que la gente tratara de comunicar sus ideas, así que empezó a haber una gran cantidad de páginas en Geocities. Creció, y pronto (o tal vez tarde, pero definitivamente en algún momento entre el momento en que nació y la semana pasada) fue comprado por Yahoo!.

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Y la cantidad de páginas en Geocities siguió creciendo. No sólo de tonterías, sino también recuerdo una importante cantidad de trabajos e información científica que podías encontrar alojada en Geocities. Lo interesante era que no era como los blogs de ahora, que sólo puedes subir texto y fotos y ya, sino que podías guardar cualquier tipo de archivo; imágenes, programas, documentos... eso sí, tenías que encargarte del diseño y del Layout tú sólo, usando puro HTML o ayudándote de algún programa tipo Dreamweaver.

Imagínense que, así como ahora cualquier cosa que busques, encontrarás muchos links a Wikipedia y a Blogspot, pues en ese entonces aparecían muchos links a Geocities.

Y este mes llega un recordatorio de que la información en internet es tan eterna como los servidores donde está alojada. A mediados de este año, Yahoo! anunció que para darle prioridad a sus servicios de alojamiento web de paga, iba a desaparecer Geocities en algún momento. Y ya está la fecha oficial. El 26 de octubre, toda esa información que hábilmente acaban de imaginar, desaparecerá si sus dueños no la rescatan antes.

(Así es: lo mismo pasará con tus poemas cursis en unos años cuando Google decida matar a Blogger, y con los videos donde cantas borracho, cuando en 2014 las sociedades de derechos de autor maten a Youtube.)

Pero regresemos al pasado por un momento. A principios de 2002 (ya algo tarde) a su servidor le enseñaron HTML en la carrera, y descubrí eso de Geocities.

Y sí, saqué mi página. Ahí subía las fotos de los viajes que hacía con el grupo de teatro, un trabajo de las Torres de Hanoi (que por un tiempo fue famoso), algunos cuentos ñoños que escribía, y poemas (medio chafas) que le hacía a mi novia.

E intuitivamente empecé a hacer un blog. Claro que era bastante menos interesante que éste; en aquél escribía tonterías como "Hoy tengo mucha tarea" o "Ayer mi novia me regaló un chocolate =)" o "Ya aprendí a cambiar el color del fondo de la página". Pero sí, el caso es que yo era un blogger --bastante malo-- desde antes de que Blogspot se hiciera famoso y probablemente mucho antes que los trolls que hay en Recolectivo supieran prender una computadora.

Esa página no sobrevivió muy bien al paso del tiempo; sobre todo porque en varias ocasiones tuve desilusiones amorosas que me provocaron arrebatos de coraje y la despedazaba parcialmente (a la página, no a la chica), borrando poemas o incluso quitando la página principal, hasta que llegó un momento en el que me dio flojera reconstruirla. (Además, tenía muchas cosas en Javascript que dejaban de funcionar cada vez que Geocities agregaba más anuncios a la página).

Sin embargo, si a alguien le interesa ver las ruinas lo que sería el antepasado de este blog, pueden ir aquí. Les advierto que hay partes muy chafas, partes muy cursis y partes muy ridículas.

Antes de que Geocities desaparezca, junto con una cantidad importante de contenido generada en su época.

De hecho, algo que me preocupa, es que ahora que estaba respaldando los archivos, vi que muchas cosas que hice para este blog --canciones, imágenes, etc-- están alojadas ahí, así que tendré que reacomodarlas. No les sorprenda que el 26 de octubre empiecen a fallar algunos dibujos y links de aquí. Lo corregiré en cuanto pueda.