No me gusta secarme las lágrimas

La última vez que lo vi, me despedí de él con un fuerte abrazo. Estábamos en los Bisquets Obregón. Últimamente mi tiempo en la Ciudad suele ser limitado, últimamente no alcanzo a ver a todos en cada viaje. Pero siempre buscaba verlo a él, con el fácil pretexto de ver a mis primos.

Cada quien recordará algo diferente de él. Yo lo recordaré lleno de alegría, creatividad, y amor por su familia. Recordaré que siempre hacía el enorme esfuerzo por manejar desde Las Águilas hasta la Del Valle para pasar por mí, y otra vez hasta Las Águilas, para poder estar con ellos en su casa. Recuerdo el Jetta, y luego el Platina. Universal Estéreo en la radio, y todo el camino intentando contagiarnos su gusto por Jethro Tull.

Llegábamos a su casa, y ahora ponía música celta o música clásica. Siempre jovial, siempre bromeando. Siempre entusiasmado por mostrarme sus nuevos proyectos, y contento de que pasara tiempo con mis primos. Recordaré siempre la hospitalidad con la que me daba asilo en su casa para pasar la noche, o de nuevo su incansable cariño para llevarme de nuevo hasta mi casa si era necesario. Recordaré siempre su voz llamándome con el apodo que desde niño me dieron mis tíos; recordaré sus abrazos, recordaré su sonrisa.



Media hora no es ni el 0.0001% del tiempo que había vivido hasta entonces. Media hora no debería tener gran importancia. A menos, claro, que esa media hora fuera la última.

Todos le lloramos. Unos más que otros, supongo. Sé que yo le lloré mucho. Más de lo que esperaba. Bueno, no esperaba llorar ese día, porque nadie esperábamos llorar ese día. Una semana después, todavía a ratos me acuerdo que no lo volveré a ver, y se me apachurra poquito el corazón, y mi cara reacciona frunciendo un gesto que exprime unas cuantas lágrimas más.

Cuando alguien se nos adelanta, es costumbre reunirnos a llorarle todos juntos. Con caja de pañuelos en la mano para secarse las lágrimas. Pero, por más que me acercaban el pañuelo, no me gusta secarme las lágrimas. No me da pena, a eso vine. Son lágrimas, sí, con cubierta de tristeza, pero con relleno de cariño. Lágrimas de cariño y felicidad por todo lo que nos dio; lágrimas de solidaridad con mis primos y mi tía, quien han de tener sentimientos que yo no podría comprender; lágrimas de nostalgia por todas las pláticas que nos faltó tener.

Te despedimos con muchas flores. Con Elton John y Jethro Tull. Con muchos abrazos entre familiares y amigos. Con muchas lágrimas también. No me gusta secarme las lágrimas. Sería tratar de disimular que te quiero, y que te extraño.