Laberinto

26 de diciembre.

“Vete, descansa. Ya todo está bien. Yo me quedo aquí al pendiente.”

La operación había terminado. Había salido bien. O si no, ya nos habrían dicho. Aún estábamos muy molestos, estuvimos dos horas de más esperando afuera del quirófano, sin saber que mi papá ya estaba en la sala de recuperación. ¿Por qué no nos habían dicho nada?

Mamá y Bio se fueron. Ya era tarde. como las 11 y media. Esta noche, extrañamente, había muy poca gente en la sala de espera. Se sentía muy solo y silencioso. O tal vez ya era más noche. Me recosté, intranquilo. Mi papá ya había salido del quirófano. Llevábamos una semana esperando este momento, llenos de nervios, esperando este momento para brincar de alegría, y con emoción cantar We Are the Champions o algo así. Pero no hubo brincos, no hubo canción, porque no nos habían avisado que ya había salido, y por algo no me caía el veinte. Tal vez por el cansancio. Debo dormir. Qué raro que no nos avisaran nada. Supongo que ya hasta mañana. Debo dormir.

Entre sueños, escuché que decían mi nombre. O tal vez el de él. No sería la primera vez que  llaman un nombre parecido. O un nombre equivocado. No, sí es su nombre. Sin poder abrir los ojos, levanté la mano, y traté de incorporarme. “Yo. Yo. Aquí.”

“Por favor ve acá enfrente a Servicio social, para que te den información de tu paciente.”

Me levanté sobresaltado, pero sin estar cien por ciento despierto todavía. El reloj marcaba la una y media de la mañana. Con trabajos traté de espabilarme, salí de la sala de espera de Terapia Intensiva, entré a la sala de espera de Urgencias, y me acerqué a Servicio social.

“Hola. Mi papá salió de quirófano en la tarde, pero no me han dado informes…”

“Ah, sí pásale, aquí la de Servicio social te va a decir…” Tal vez dijo eso. O tal vez dijo “aquí está tu papá.” No lo sé, estaba dormido. Pasé, me asomé somnoliento en la puerta a donde me señalaron… era una oficina, ahí no estaba mi papá. Se me quedaron viendo, esperando que yo hiciera mi pregunta. Pensé que ya la había hecho.

“Tienes que irte para allá al fondo, vas a ver un letrero que dice Archivo, ahí sigues los letreros hasta que salgas al otro lado por donde estabas. Te sigues y vas a llegar a la sala de recuperación, ahí te está esperando la doctora para darte informes.”

Caminé entre sueños. Era un laberinto. Empezaba a preocuparme. Eran demasiadas vueltas para decirme “está bien.” Era muy de la madrugada para decirme “está bien”.

Al final del laberinto, llegué a la sala de espera de quirófanos, que ya conocía. Pero entonces, ya no sabía qué hacía ahí. ¿Dónde está mi papá? ¿Dónde está la persona que me está  esperando para darme informes? Di la vuelta. Decidí regresar con la persona que me había dicho que me darían informes. Seguí en reversa los letreros de “Archivo”.

“No… hay nadie… ¿quién me va a informar?” Todavía estaba muy dormido para explicarles qué me pasaba, muy dormido para darme cuenta de que no había entendido.

“¿Llegaste hasta la sala de recuperación?”

“No…”

“Sigue hasta la sala de recuperación, ahí la doctora te va a informar. Es cerca de por donde estabas, pero no puedes pasar por allá porque ya está cerrada la puerta.”

Desperté un poco más, y por fin entendí. Recorrí de nuevo el laberinto. Esta vez fue un poco más fácil. Llegué de nuevo a la sala de espera de quirófanos. De ahí seguí hasta llegar a la sala de recuperación. Ya para entonces estaba un poco más despierto. Entré apresurado. Recapacité, me puse el cubrebocas y busqué una bata. Un enfermero me miró confundido. “No puedes pasar…” “La doctora me busca… para darme informes…” Al fondo vi a mi papá entubado, inconsciente. O tal vez sí me miró de reojo. O tal vez lo imaginé. “Espera afuera, ahorita sale la doctora para darte informes.”

Salí. El pasillo se veía más ancho y vacío que de día. Y tenía más eco. Esperé.

Seguí esperando.

Me senté en el piso.

Empecé a pensar que tal vez lo había soñado todo. Que tal vez nadie me iba a dar informes. Que tal vez debería seguir dormido.

Entonces salió la doctora, con un semblante serio. Le dije quién era.

“Tu papá aún está grave. Durante la operación perdió mucha sangre. Normalmente los pacientes de esta operación pierden entre … y … unidades de sangre; tu papá perdió … . No les dijimos nada cuando salió de quirófano la segunda vez porque aún no lo hemos despertado, no sé cuándo lo vamos a poder despertar. Tienes que entender que tu papá está muy grave, lo volvimos a meter al quirófano porque tenía una hemorragia interna muy grande, y, aunque ya paró, perdió demasiada sangre. Ahorita parece que ya lo logramos estabilizar, pero no sé cuándo lo vaya a poder despertar.”

“Pero entonces… ¿salió bien? Según su experiencia, ¿cuándo podremos saber cómo está?”

“Lo que es la operación en sí se realizó bien, pero ahorita no te puedo decir nada más. Necesitas entender que fue una operación muy grande la que se le realizó a tu papá, y perdió mucha sangre. Sólo te puedo decir que su situación todavía es grave. Necesitamos ver cómo va evolucionando en las próximas horas para poder darte un diagnóstico. Por ahora todavía no está fuera de peligro. Necesito que te quede muy claro que todavía no sabemos si se va a recuperar. Todavía hay riesgo de que tu papá fallezca. Tenemos que esperar a ver cómo va reaccionando.”

Agradecí a la doctora con un nudo en la garganta, un corazón agitado y ojos llenos de lágrimas. ¿Qué pasó con mi momento de cantar We are the Champions? Le escribí un mensaje a mi mamá, tratando de no espantarla de más, pero sin tampoco darle esperanzas. De nuevo le llevé la contra a los letreros de Archivo, agradecí a las de Servicio social, y regresé a mi sala de espera.

No le encuentro razón lógica a echar "buenas vibras" o rezar por otra persona. Pero en ese momento cerré los ojos muy fuerte, y con los puños cerrados le dije bajito a mi papá "Échale ganas, Papá.  Aguanta. Tú puedes." Me recosté tratando de dormir.

En la mañana, la sala ya de nuevo se había llenado de visitas.

La trabajadora social informó “Van a pasar a la visita de la mañana, los familiares que nos van a ayudar a darles el desayuno a sus pacientes. No todos van a poder pasar a la visita; algunos pacientes están ahorita muy graves, o aún dormidos, y no pueden recibir visitas todavía. Otros, pasarán sólo a una visita corta de 5 minutos. Voy a nombrar primero a esos pacientes.”

Por lo que me dijo la doctora en la madrugada, yo ya sabía que mi papá aún seguía dormido, y que no sería esta mañana cuando podría pasar a verlo.

Así que cuando llamaron su nombre, no pude evitar brincar de la silla, con los ojos llenos de lágrimas.

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