En casa

Escritos atemporales de los últimos tres meses.

~~~

Regreso a casa

Después de recorrer media ciudad en autobuses desconocidos, taxis calurosos y zapatos desgastados, en busca de un coche propio, por fin voy acercándome al punto de inicio. Y llego al centro comercial que está apenas a unas cuadras de mi casa.

Es extraño. Después de haber recorrido media ciudad, siento que ya llegué a casa. Sí, estando en medio del estacionamiento del centro comercial. ¿Nunca les ha pasado? Conforme vas conociendo tu casa y sus alrededores, vas extendiendo tu zona de confort. De adolescente, cuando empezaba a salir solo y tomar camiones (o a perderme en el coche), me sentía en casa al llegar a la Comercial Mexicana. Luego me cambié de casa, cambié de rumbos. Me sentía en casa al llegar a Parque Delta. En Osaka, dependiendo de la distancia y el medio de transporte (y la hora), el centro comercial MyCal ya era estar en casa, o el minisúper Manekiya. En Tsukuba, por supuesto, el Tsukuba Center.

Y hoy, Plaza Galerías.






~~~

Primeras lluvias

Siempre me han desagradado los días lluviosos. Tal vez sea porque desde que yo era niño a mi mamá le dolían las articulaciones con la humedad. O tal vez también porque en la primera casa donde viví, de pequeño siempre oía a mis papás decir que la humedad se estaba comiendo las paredes del departamento, especialmente las de mi cuarto. Quizá tenga que ver también porque cuando me mudé por primera vez había una especie de ventana en el techo de la cocina, e invariablemente escurría el agua cuando llovía. Además de que empezaban a meterse grillos por entre los recovecos de mi ventana.

Cada vez que llego a habitar un lugar nuevo, las primeras lluvias son una prueba que pasar. Aunque no estoy muy seguro si yo estoy probando al lugar o el lugar me prueba a mí. ¿Por dónde se filtrará el agua? ¿Qué muebles, libros o aparatos debo alejar de las ventanas? ¿Qué clase de bichos empezarán a aparecer? ¿Podré aguantar sin que se me escurran los ánimos?

Un par de cucarachas en el patio de servicio, cuyos parientes nunca se atrevieron a visitarme, quizá gracias a las trampas que compré. Algo de filtración por debajo de la puerta, pero sólo si hay mucho viento.

Mañana iré al Home Depot a comprar un sellapolvos.




~~~

Dándole RESET a la nostalgia

Japón, Japón, Japón. Justo cuando ya estaba por terminar mi aburrida nostalgia, el destino me dio el gusto de compartir cubículo con una amiga que vivió la misma experiencia que yo, y, por razones personales quizá más válidas, regresó con la nostalgia mucho más incrustada en la piel. Fotos de aquí y de allá. Anécdotas y recuerdos.

Luego, los nuevos becarios, a 15 husos horarios de distancia, hacen contacto pidiendo consejos. Para rematar, una compañera de quien hace mucho no sabía, presume en Facebook que tuvo la inesperada oportunidad de pasar unos días en Kanto, y regresa, como todos, complacidamente maravillada y con curiosidad de regresar. Y con fotos de lugares con los que me llegué a encariñar. Fotos ajenas de lugares que creía míos.

Lo pasado, pasado. El recuerdo es lindo; aferrarse cansa. Aburre y carcome. Ya fue. Fue bueno, qué bueno, y la vida sigue, y sigue más. Me tardé un poco en darme cuenta, pero ya desde hace un par de meses estoy con mis cinco sentidos aquí, en el presente. Pero, con tantas referencias acechándome diario, ¿cómo olvidar el pasado, allá?

Y de repente, una fresca catarsis. Sí, qué bonito es allá. Ojo: qué bonito es allá, que no es lo mismo que qué bonito era antes, allá. Así como de aquí a allá, entre esas dos frases hay un mar de distancia. Sí, tengo ganas de ir otra vez allá. Otra vez. Ganas de ir. No de regresar.

Ir, en un futuro. No de regresar al pasado.