Sueño extraño

La semana pasada Carrillo me invitó a una plática hoy, sobre algo interesante. No me quiso decir sobre qué es, sólo que es muy bueno. "Sí es serio... pero no es para todos."

Por más que indagué, se negó a revelarme detalles.

Así que hoy, mientras dormía, mi mente se puso a construir sobre el asunto.


Llegué al lugar. Era un edificio muy amplio, de oficinas. Teníamos que ir al tercer piso, así que usamos las escaleras. Cuando llegamos y la puerta se abrió, me sentí muy agusto. Demasiado agusto. No como cuando llegas a un lugar que no conoces y no sabes en qué sillón sentarte, no. Justo cuando di el paso hacia adentro e incluso desde antes cuando se empezó a abrir la puerta, me sentí totalmente como en casa.

Demasiado como en casa.

Pronto me di cuenta de lo que pasaba. Se trataba de una sala, no igual en disposición, pero sí con los mismos muebles que la mía. Quienes hayan venido a mi casa (o a las anteriores) sabrán que en mi sala tengo unos muebles negros muy grandes que están prácticamente empotrados a la pared. De hecho se contruyeron para el departamento aquél de la Colonia del Valle antes de que nosotros llegáramos, y los hemos venido trayendo cada vez que nos mudamos.
No son muebles que puedas comprar en Rosend, y que por coincidencia haya unos iguales ahí.

Más aún, en la sala que describo había todavía algunos adornos de navidad (en marzo). Igual que en mi casa, que aún no los hemos terminado de quitar.

Sólo había una explicación. Alguien había ido a ver cómo era mi sala y había construido una igual aquí para que yo me sintiera cómodo. Pero, ¿por qué yo? Yo no era el único "nuevo" que llegaba a la sesión. Ni siquiera podrían haber sabido que iba a ir ese día. O al menos Arturo, Nestor, Ontiveros y Luis también eran nuevos ahí. ¿Por qué MI sala?

Curiosamente no oí que nadie comentara "Mira, tu sala!". Todos parecían estar muy agusto.

Entonces entendí lo que podría estar pasando. Me acerqué a uno de mis amigos, y mientras caminábamos por enmedio de la sala, le pregunté:

--Néstor, ¿qué ves aquí?
--¿Cómo que 'qué veo'?
--Sí, descríbeme esta sala.

Se detuvo a la mitad de la estancia, como si hubiera algo enfrente de él. Pero yo no veía nada. Haciendo señas hacia el frente, dijo:
--Pues aquí hay unas repisas como las de mi casa... allá, una sala parecida a la mía... de este lado,...

No era que alguien hubiera puesto mis muebles ahí. Era que cada quien traía los suyos consigo. Cada quien estaba viendo su propia sala.

--... y allá al fondo unos taxis.

"Unos taxis"? No lo dijo en el mismo tono que lo demás. Como si los taxis le incomodaran, como si no fueran parte de su sala. Tampoco eran parte de la mía, pero ahí estaban. ¿Eh? ¡Yo los veía también! ¿Por qué? Mi mente empezó a procesar rápidamente. Cada quien veía sólo lo que quería ver. Más los taxis. Por la misma razón que nos veíamos entre nosotros; por la misma razón que todos podíamos ver al orador que ya estaba empezando a pedir que nos acercáramos. Porque eso sí era real, y no podíamos evitar verlo.

¿Alguna vez les ha pasado que están quedándose dormidos, y de repente sienten como si la cama se desapareciera por un instante, y sienten cómo caen un centímetro, de nuevo sobre su cama, y despiertan asustados? Pues en ese momento, dentro del sueño, yo sentí eso. Y de repente me encontré parado dentro de un salón totalmente vacío, junto a Nestor y otras personas que empezaban a acercarse al orador, y unos taxis al fondo. Los mismos taxis que veíamos Nestor y yo en nuestras respectivas salas. Mi mente se había desconectado de la ilusión y todo estaba vacío.

Ese salón vacío se sentía un tanto frío e inhóspito, así que hice un intento por tratar de subirme de nuevo a la ilusión, de traer de vuelta mi sala. Pero era tan inútil como tratar de levitar.

El orador puso una caja en el suelo, y la abrió. Apartó unas hojas de instrucciones, en las que alcancé a ver un diagrama de una mano tomando una pieza de madera en forma de L y unas flechas de cómo debía moverse en el aire. Sacó una especie de móvil de madera. Un aro de unos 15 cm al cual estaba pegado una pieza larga horizontal, de la cual colgaban con estambres unos cubitos, esferas y un prisma. Se puso el aro alrededor del cuello.

Los demás hicieron la pantomima de hacer lo mismo, sacar el aparato de la caja frente a sus pies. Pero no tenían nada. Bueno, yo ya no tenía nada en mi sala, pero ellos probablemente sí, así que ellos sí creían tener cada quien su aparato.

Seguramente era ese aparato el que usaban para controlar nuestras mentes, para hacernos ver cosas. En ese momento, el único real era el del orador, y nos estaba enseñando a usarlo aunque los nuestros fueran imaginarios.

Así que esto es con lo que Carrillo está haciendo dinero. Hipnosis. Aunque no me interesara usarlo como negocio, empecé a pensar en todas las posibilidades que esto tenía. Y todas las implicaciones de la ilusión que acababa de vivir. Parecía tan real... Los que conozcan a un servidor, sabrán que me gusta tener todo bajo control. O al menos entender todo lo que pasa en mi cercanía. Y el hecho de haber estado unos minutos en una sala que nadie más veía, me daba un poco de miedo.

Esperen, ya me perdí parte de la explicación de cómo usarlo. Hice un esfuerzo por imaginarme el mío, para tratar de seguir los movimientos del instructor, pero no pude. Era demasiado complejo como para imaginármelo todo a la vez conscientemente. Me acerqué a ver el suyo, para estudiar su geometría con detenimiento. Los demás no parecían tener ningún problema. Lo veían sin hacer ningún esfuerzo. En la desesperación de estarme perdiendo la explicación, tomé dos de los colguijos de su aparato --la esfera y el prisma-- y los arranqué con sus estambres, poniéndolos cerca de mi cuello en un esfuerzo por que la cantidad de imaginación necesaria fuera menor.


Una música empezó a oirse a lo lejos, y gradual pero rápidamente me transportó hasta acá. El despertador estaba sonando, ya son las 7 de la mañana. Se me hace tarde.



Algo es seguro. Había algo de emocionante en eso de estar descubriendo que aún quedan cosas por entender.

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